SÍMBOLO Y MENSAJE

 

  El análisis del contenido de la obra de Dimitri Perdikidis se puede adscribir al género del «arte reportaje». Su repertorio está tratado según las técnicas de la fotografía pero sólo aparentemente, pues, de hecho, viene confeccionado con medios manuales. Es un análogon de la realidad. (Tampoco se puede hablar aquí de algún hiperrealismo que persigue la reproducción idéntica del motivo natural).

  La imagen de Perdikidis, por las «alteraciones» experimentadas, se excluye a una definición fotográfica, tal como sucede con el universo de la imagen que adquiere densidades colosales en los medios de comunicación visual, es decir, en la prensa diaria, en las revistas, en la televisión etc., para no hablar de las imágenes recibidas directamente del contorno optico. Debido a esta densidad, las respectivas imágenes llegan a erosionarse, se diluyen, se vuelven entrópicas y acaban por perder el impacto informativo. Ese fenómeno se da aún en las imágenes más patéticas o sensacionales, pero su redundancia es tal que el destinatario de la noticia apenas las mira un segundo, sin siquiera reflexionar sobre su significado, pues quedan en la perifieria de la percepción normal. (Efectívamente, la percepción, por muy aguda que sea, no puede dar abasto a este ingente bloque de estímulos que la asalta casi sin interrupción). Frente a este tipo de información son necesarios otros medios comunicativos y ello para rectificar el mensaje visual fotográfico y restituir así a la posible imagen su auténtico valor informativo. Es lo que consigue Perdikidis a través de las aludidas «alteraciones». El espectador ya no está aquí ante una cosa inerte y sumamente serializada, sino ante un verdadero idiolecto que incita su máximo nivel perceptivo. Ello supone la tanscendencia de una realidad «natural» (o de lo que se podría considerar como tal) a una simbólica. Y, puesto que el hombre es un «animal de símbolos», la eficacia de sus percepciones estará siempre en una relación directa con sus posibilidades simbolizadoras.

  Pero si todo lo dicho responde a una información semántica, no por ello se agota el contenido del mensaje de Perdikidis, pues sobre esta información se yuxtapone otra, estética, cuyos segmentos hay que liducidar. En efecto, el icono está integrado en un sistema de «redes» cromatizadas y de grandes proporciones respecto a éste (contraste que hace resaltar aún más la visualización y una rigidez matemática, fría y espectral). Por su sistema composicional serían autosuficientes para una interpretación individualizada (lo mismo que el icono aislado de su contexto reticular). A tales estructuras se adjuntan otros símbolos cargados de significados, como son, especialmente, las bandas de computadora – deshumanización de las comunicaciones interhumanas – o bien, los indicativos en «flecha» que apuntan al icono, como si fuesen unas signalizaciones premonitorias.

  Las connotaciones del temario así globalizado están formalizadas por una sola «estructura profunda»: el teror; tanto el terror de la guerra, como el de la represión antipopular. La retórica del discurso no es solo persuasiva, sino coercitiva para el espectador, sea éste el más aséptico ante la tragedia del hombre de nuestros días y los que denuncia con descomunal talento, coraje y eficacia Dimitri Perdikidis.

 

CIRILO POPOVICI, Revista de Arte Guadalimar, 20/5/1975